Que Significa Pienso, Luego Existo?

Que Significa Pienso, Luego Existo
De Wikipedia, la enciclopedia libre La locución latina « cogito ergo sum » es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. En castellano se traduce frecuentemente como « Pienso, luego existo », siendo más precisa la traducción literal del latín «pienso, por consiguiente soy» ​ o «porque pienso, soy» o «soy porque pienso», ya que normalmente la traducción « Pienso, luego existo » se malentiende como « Pienso, después existo » siendo que Descartes llega a la conclusión de que pensar es una prueba de la preexistencia del ser (no se puede pensar sin antes existir), y no que la existencia es una consecuencia del pensamiento.

  • « Cogito ergo sum » es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés : « Je pense, donc je suis » (yo pienso, entonces soy), encontrado en su famoso Discurso del método (1637).
  • La frase completa en su contexto es: Pero enseguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo.

Y notando que esta verdad: yo pienso, por lo tanto soy, era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.

Mais, aussitôt après, je pris garde que, pendant que je voulais ainsi penser que tout était faux, il fallait nécessairement que moi qui le pensais fusse quelque chose. Et remarquant que cette vérité: je pense, donc je suis, était si ferme et si assurée, que toutes les plus extravagantes suppositions des sceptiques n’étaient pas capables de l’ébranler, je jugeai que je pouvais la recevoir sans scrupule pour le premier principe de la philosophie que je cherchais,

La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna : que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas,

¿Quién dijo la frase pienso y luego existo?

René Descartes: héroe del pensamiento moderno A más de cuatro siglos del nacimiento del filósofo francés, repasamos parte de la vida y obra de quien supo, con su “pienso luego existo”, cambiar la historia de las ideas del mundo. Otros artículos que te pueden interesar “Como deseaba dedicarme exclusivamente a la investigación de la verdad, pensé que debía rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, para ver si después de esto no quedaba algo en mis creencias que fuese enteramente indudable”, escribió el filósofo René Descartes, en el Discurso del método (1637).

  1. Tal vez, se trate de su texto más famoso y uno de los libros más importantes que cambiaron la historia del pensamiento moderno.
  2. Con este texto, se dio paso a toda una nueva cosmovisión que, hasta el momento, estaba dominada por el poder eclesiástico.
  3. Sin embargo, no fue fácil redactarlo y mucho menos publicarlo.

El joven Descartes, de acuerdo con algunos autores, era uno de los llamados “libertinos eruditos”. Si bien estos no formaban un movimiento, sí un grupo de intelectuales que reflexionaron en contra de aquella moral cristiana, que imperaba aún en la Europa del siglo XVII.

Conocido por su nombre en latín, Renatus Cartesius, nació en el seno de una familia noble, el 31 de marzo de 1596 en la turena francesa, La Haye. En la adultez, era muy popular llamarlo por su título nobiliario: “Señor de Perron”. Pero la historia le tenía reservado un lugar mucho más grande que ser un simple noble.

No solo transformaría su propia existencia, sino también la de toda una época. Que Significa Pienso, Luego Existo René Descartes, retratado por el pintor barroco, Frans Hals, en 1649. El nacimiento de un genio Su vida estuvo atravesada, sobre todo, por dos procesos históricos, conocidos como la Guerra de Treinta Años -cuando Francia, con su aliada Suecia, logró desarmar el Sacro Imperio Romano Germánico- y la Guerra de la Fronda -las luchas de los nobles por conservar el poder contra la naciente monarquía absoluta-.

  1. No obstante, el pequeño Descartes tuvo una buena infancia, con los privilegios propios de su clase.
  2. Estudió en el Colegio de los Jesuitas de La Flèche, uno de los más reconocidos de ese momento en territorio francés.
  3. Allí recibió una educación netamente escolástica que él mismo no dejó de criticar el resto de su vida, ya que no le proporcionaba las herramientas para buscar y pensar nuevos modos de entender el mundo.

Algo que, con el tiempo, fue su única meta. Luego de aquella renegada formación, estudió Derecho en la Universidad de Poitiers, de donde egresó en 1616. Dos años después, y con una curiosidad inacabable, se enlistó en el ejército de Mauricio de Nassau -líder del norte de los Países Bajos e hijo de Guillermo de Orange- para conocer más allá de la cotidianidad de su pueblo. Que Significa Pienso, Luego Existo Viajó por el resto de Europa y fue durante el invierno de 1619 cuando tuvo, lo que algunos llaman, una revelación intelectual, a partir de su vasto conocimiento en matemática: la posibilidad de incorporar y generalizar los métodos científicos de esta disciplina al resto de las ciencias.

  1. De esta manera, supuso que podía entregarles la rigurosidad que, según él, estas no tenían y poder conocer el resto de los misterios de la vida y el pensamiento.
  2. En 1622 volvió a Francia y se deshizo de sus tierras.
  3. Esa fortuna le permitió solventar sus gastos de forma independiente y segura.
  4. Pero la seguridad de su vida en territorio francés no corría la misma suerte.

Sabía que sus ideas y textos que ya había comenzado a escribir podrían despertar la ira de la inquisición cristiana, como ya sucedía con muchos de sus colegas que se animaron a desafiar lo naturalmente dado por la Iglesia. Es por ello que Descartes viajó a Holanda, donde aún se respiraba cierta libertad para pensar y escribir.

  • Allí pasó veinte años, donde compuso casi toda su producción filosófica.
  • Si bien ya había logrado un gran reconocimiento como matemático -investigó ciertas cuestiones sobre la tangente- y como inventor de una máquina para tallar lentes, en 1633 escribió el Tratado de la paz o del mundo, a partir de sus lecturas y adscripción a la teoría heliocéntrica de Copérnico.

Sin embargo, se abstuvo de publicarlo, porque ya era noticia muy difundida el juicio y condena a Galileo Galilei por parte del Tribunal de la Inquisición. Por miedo, se autocensuró. En vez de eso, se dedicó a publicar otros de sus trabajos, menores en comparación, que reunió con una introducción titulada “Discurso del método para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias”. Que Significa Pienso, Luego Existo Dudar de todo Con este escrito de 1637, el pensador realizó un giro enorme a todo lo conocido hasta entonces. Es que se trata de un gran momento cuando se desafía de forma absoluta el criterio de autoridad para abrazar definitivamente la razón. Para ello, sostuvo, dudaría de todo.

Estoy seguro al menos de que existo y de que existo como algo que piensa. Esto que soy no es el cuerpo, sino una sustancia cuya esencia consiste en pensar”, señaló Descartes en su texto. Allí, demostró que dudar es también un modo de pensar, y pensar es una prueba de la propia existencia. Por lo tanto, dijo el francés, ” ego cogito ergo sum ” (pienso luego existo).

El criterio para descubrir lo verdadero, entonces, no está en el objeto, en las cosas, sino en el sujeto, ya que la evidencia parte de las ideas y estas, según Descartes, son meras representaciones subjetivas. Desde allí, por lo tanto, creyó encontrar una verdad absoluta a partir de la cual podría llegar a todas las demás.

  • Hoy, claro está, es una pretensión que la filosofía contemporánea abandonó hace tiempo.
  • Este “yo que piensa” revelado por el filósofo se difundió rápidamente por todo el Viejo continente.
  • Por supuesto, tuvo sus refutadores y perseguidores como Gisbert Voetius, el rector de la Universidad de Utrecht, que lo acusó oficialmente por ateísmo y prohibió sus textos en la institución.

Por su parte, los jesuitas consideraron un delito a todo aquel que se asumiera como cartesiano (seguidores de Descartes). Pero no sirvió de nada: muchos intelectuales europeos ya habían tomado conocimiento de esta nueva manera de pensar, a la que, además, adscribieron con mucho entusiasmo.

  1. Estocolmo, la Reina y el último aliento Por su enorme fama, Descartes entabló entrañables relaciones no solo con otros físicos, matemáticos, filósofos y médicos, sino también con muchas personalidades poderosas e influyentes del siglo XVII.
  2. Entre ellas, la Reina Cristina de Suecia.
  3. Ella, un mujer curiosa y ávida de conocimiento, lo invitó a Estocolmo para que le enseñara filosofía en su propia corte.

Descartes aceptó. Acostumbrado a levantarse no antes de las doce del mediodía, por primera vez, debió madrugar para llegar al palacio. Y así lo hizo, pero el crudo frío de la región no fue para nada benevolente. Descartes contrajo una pulmonía que puso fin a su vida, el 11 de febrero de 1650.

Apodado por Hegel -otro grande de la filosofía- como un “héroe del pensamiento”, René Descartes se ganó la inmortalidad por ser uno de los primeros en ir más allá acerca de la totalidad de cuanto existe, de cuestionar la autoridad que definía qué creer y qué pensar, y por demostrar con inteligencia y sabiduría una nueva forma de concebir el mundo que habitamos y construimos.

Tal vez, gracias a él, la humanidad entendió no solo que existía, sino también, y sobre todo, que podía tener un pensamiento propio. : René Descartes: héroe del pensamiento moderno

¿Qué quiere decir yo soy yo existo?

Artículos La certeza de sí y este imposible sujeto The certainty of itself and this impossible subject Cristina Pérez Díaz* * Profesora de Filosofía y de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México. Dirección electrónica: [email protected],

  • Fecha de recepción: 6 de septiembre de 2010.
  • Fecha de aceptación: 16 de mayo de 2011.
  • Resumen Para pensar lo real buscamos antes del giro subjetivo kantiano a Descartes.
  • Aunque parezca extraño este movimiento (Descartes, ¡el gran padre de la subjetividad!) lo damos porque él intenta, por un lado, dar cuenta de la realidad en tanto tal, aunque, por otro, vuelca la mirada hacia el sujeto para preguntarse por ella.

Pero, al encontrar la certeza subjetiva, un movimiento metódico, retoma el preguntar metafísico, que, sin embargo, queda truncado por la forma de concebir el yo. Nos adentramos en las Meditaciones cartesianas para ver el nacimiento de este concepto y, desde ahí, otras resonancias que empujan hacia lo no subjetivo, sin perder el giro ya dado.

Apuntamos al yo como actividad extática infundamentada. Palabras clave: Sujeto, pensamiento, finito, infinito, exterioridad. Abstract In order to think reality, we search before the kantian subjective turn: Descartes. Though this may seem strange (Descartes, the father of subjectivity!), we do it because he indeed tries to think reality as such, even though he turns his sight towards subjectivity.

After he has found the subjective certainty, a methodic movement, he takes up again the metaphysical questions. Nevertheless, this way keeps frustrated because of the way in wich Descartes concieves the self, so we indagate the Meditations to attend the birth of this concept and glimpse other ressonances, that push toward the non subjective reality, withouth loosing the concept we alredy gained.

  1. By doing this, we point to the self as an ungrounded extatic activity.
  2. Eywords: Subjectivity, thought, finite, infinite, exteriority.
  3. Introducción Pensar lo real.
  4. Tomarnos en serio el pensamiento como capacidad de pensar lo real, y dejar de encerrarnos en el pensamiento que se piensa a sí mismo.
  5. Para ello volvemos la mirada al pensamiento anterior al giro subjetivo kantiano, comenzando por Descartes.

Hay que ir al momento anterior a Kant, porque no se trata de preguntarnos cómo conocemos lo real y qué de lo real podemos conocer, sino de preguntarnos qué es lo real. La pregunta griega, se insistirá: ¿Por qué partimos, entonces, de Descartes y no de Grecia? Las preguntas son evidentemente distintas.

Descartes no se cuestiona, como lo hicieron los griegos, ¿qué es? La pregunta moderna es: ¿cómo debo proceder para pensar certeramente lo real? Pero, si esta es la pregunta, entonces tampoco parecería justificada la selección del autor, puesto que no parecería llevarnos lejos de la mediación subjetiva.

Efectivamente, Descartes ocupa una extraña posición en la historia de las preguntas filosóficas. Por un lado, intenta dar cuenta de la realidad en tanto tal; pero, por otro, vuelca la mirada hacia el sujeto para preguntarse por lo real. De manera que con él comienza el giro subjetivo, marca distintiva de la modernidad.

  • Sin embargo, todavía en Descartes la vuelta hacia el sujeto es un movimiento metódico, que no aleja el cuestionamiento metafísico.
  • El cogito es la respuesta a una pregunta por lo real, por lo verdadero, y metódicamente es la certeza que permite comenzar propiamente la indagación metafísica: a partir de la certeza del cogito puede preguntarse por el ego, por lo extenso y por Dios.

La pregunta por el método es más bien un paso previo al continuar del pensamiento. Luego de encontrar la certeza que le permite llevar a cabo la investigación, Descartes retoma el preguntar metafísico: ¿qué soy?, ¿qué es la materia?, ¿existe Dios? Lo que nos ocupa es, entonces, lo siguiente: ¿Qué sucede con la certeza de sí y por qué entendemos que es un momento digno de ser re-pensado? La certeza cartesiana es el surgimiento de un concepto: el concepto yo.

  1. No se trata de un concepto cualquiera.
  2. Es, propiamente, el concepto que marca a la filosofía moderna; un personaje que nos ha acompañado a lo largo de siglos de pensamiento, y que no deja de tener resonancias.
  3. Nuestro interés, sin embargo, no se limita a su importancia histórica.
  4. Nos interesa adentrarnos en las meditaciones cartesianas para ver el momento del parto del concepto y vislumbrar desde ahí otras resonancias; los caminos recorridos y los no vistos por él, pero constitutivos, vía negativa, de la historia posterior de la metafísica.

El pensamiento consciente de sí o reflejo, decimos, es lo vivo afirmándose ante sí mismo. Esto es propiamente la existencia: el ser desdoblado que se reconoce, se sabe y se regocija en ello. La afirmación “Yo soy, yo existo” es, pues, un éxtasis del ser, una certeza que lo lanza inmediatamente al exterior.

Y por ello no es contingente, sino necesaria, porque la existencia se reafirma y confirma en ese su propio acto que es el pensamiento: se pone ante sí misma como lo patente. El pensamiento está vivo y en la autoconciencia celebra su actividad. Sale de la angustia de su posible banalidad (la total falsedad del mundo, el engaño absoluto).

Descartes se da cuenta de este regocijo en el ser y en la posibilidad, cuando dice: “¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente” (Descartes, 1997: 137).

Todas las facultades del alma están atravesadas por el pensamiento, son pensamiento vivo, que se actualiza en su saber de sí. Descartes nombra a esta autoconciencia “una cosa que piensa”, pero nosotros insistiremos, sirviéndonos de las propias meditaciones cartesianas, en que no es una cosa, pues no es algo inerte ni mucho menos un agente separado de su acción, sino justamente lo activo, la actividad misma de la existencia que es conciencia de sí misma y de su potencialidad.

Puedo sentir, puedo querer, puedo imaginar, etcétera. Puedo, y sólo puedo porque soy en actividad, porque pienso y, por lo tanto, me muevo, me determino. Esto es ser, existir. Recorreremos con cierta minuciosidad las primeras tres Meditaciones, observando cómo llega Descartes a la certeza de sí, cómo se constituye aquí el yo y qué es éste.

Nuestra lectura será crítica, intentaremos ver los caminos por los que Descartes intenta discurrir a partir de la certeza, por qué atraviesa esos caminos y qué sucede. Plantearemos, además, los saltos y los prejuicios que lo determinan, para ver, a partir de sus caminos recorridos, los caminos no vistos, pero posibles y abiertos a partir de la propia certeza.

Apuntamos en una dirección: Intentamos conducirnos hacia la posibilidad de pensar el yo como actividad infundamentada y no como sustancia. Constitución del sujeto. El afuera se asoma La formulación de la certeza Descartes comienza la segunda meditación expresando la angustia siguiente: “Como si de pronto hubiese caído en unas aguas profundísimas, quédome tan sorprendido, que ni puedo afirmar los pies en el fondo ni nadar para mantenerme sobre la superficie” (Descartes, 1997: 133).

En esta afirmación resulta relevante observar que la inmersión en la duda está siempre remitiendo al sí mismo. Aun antes de llegar a la certeza de sí, en el mismo proceso del método, la conciencia siente la angustia de saber de la incertidumbre. Quien duda y se somete al método de análisis nunca se pierde a sí mismo, y de ahí lo angustiante de perder todo fondo y toda superficie, pues sabe de ello.

Aun en la absoluta indeterminación, habiendo eliminado toda existencia y todos los contenidos de la conciencia, ésta no desaparece. Está ahí y sólo en tanto que está puede preguntarse por sí misma. Dice Descartes: “Y yo, al menos, ¿no soy algo? Pero ya he negado que tenga yo sentido ni cuerpo alguno; vacilo, sin embargo; pues ¿qué se sigue de aquí? ¿Soy yo tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que sin ellos no pueda ser?” (Descartes, 1997: 134).

  • En dicha indeterminación, yo, que me he sumergido en la duda y he suspendido el ser por un instante, ¿no soy algo? Yo no desaparece en la indeterminación, no puede cancelarse a sí mismo, pues es la actividad que nunca cesa.
  • En tanto aparece un pensamiento (y siempre aparece) queda puesto el yo, pues el pensamiento es siempre determinado.

No hay pensamiento que sea pura potencia no actualizada, y, para actualizarse, para ser acto, tiene que concretarse en un yo, en un ser que piensa, en un punto o lugar donde se da la actividad. Sin embargo, podríamos preguntarnos si efectivamente es necesaria la existencia del yo ante la evidencia del acto del pensamiento.

  1. O más bien, es necesario preguntarse por el ser de ese yo que aquí se enuncia como necesario y que no desaparece nunca, incluso ante la duda más radical y destructiva.
  2. La necesidad del yo se hace expresa en el siguiente razonamiento: “¿Estaré, pues, persuadido también de que yo no soy? Ni mucho menos; si he llegado a persuadirme de algo o solamente si he pensado alguna cosa, es sin duda porque yo era” (Descartes, 1997: 134).

Pero nosotros preguntamos: ¿No es más bien sólo necesaria la existencia del pensamiento? Es decir, lo que se presenta como evidente es el hecho de que hay pensamiento. Bien, no obstante, este “hay pensamiento” sólo puede tener el carácter de una evidencia porque se presenta, y que se presente quiere decir que es para sí, es decir, que es conciencia, conciencia de ser.

  • El pensamiento se presenta ante sí mismo.
  • La certeza de que hay pensamiento es ya un pensamiento en acto, y sólo puede serlo porque se da para sí en una conciencia que piensa.
  • Donde se ve, pues, claramente la necesidad del yo, sólo que hay que comprender entonces qué es ese yo que se afirma ante sí mismo.

Tenemos hasta aquí la certeza del pensamiento y la necesidad del yo, mas no sabemos qué es ese yo que así se autopone. El siguiente paso que da Descartes para dilucidar esta certeza del yo indeterminado lo observamos en la expresión siguiente: “Nunca conseguiré hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo” (Descartes, 1997: 134).

Sin embargo, hemos de observar que este último “que soy algo” sale sobrando. Bastaría con decir: “nunca conseguiré hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando”. El “que yo soy algo” añade una determinación innecesaria. La única certeza a la que se ha llegado es a que “soy pensamiento” o a que “en tanto que pensamiento me presento ante mí mismo”.

Sólo se ha afirmado la existencia del pensamiento ante sí, que se realiza en un yo. Pero este yo no puede determinarse como una cosa, no es algo; no es, hasta este momento de la meditación, nada más que esa actividad refleja del pensamiento. La introducción descuidada del pronombre indefinido, algo, nos inclina peligrosamente hacia la sustancialización injustificada de lo que sólo se ha puesto a sí mismo como acto.

  • Bastaría, o en realidad sólo es necesario, que diga: “mientras yo esté pensando”, pues es el acto mismo de estar pensando lo que se pone como objeto.
  • Mientras esté pensando, no soy nada, sino que soy.
  • Si se añade el algo, en todo caso, ese pronombre indefinido sólo puede sustituirse por pensamiento.
  • Esto quiere decir, entonces, que la certeza es la siguiente: mientras esté pensando es necesario que yo sea, al menos, pensamiento.
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Por lo tanto, la proposición que Descartes enuncia como necesaria: “yo soy, yo existo”, significa: yo soy pensamiento. Esta es la primera certeza: la imposibilidad del pensamiento de negarse a sí mismo. Ahora bien, el pensamiento no puede ser indeterminado, sino que es siempre pensamiento de algo.

La certeza no afirma que hay pensamiento, sino que yo soy pensamiento. Esto es, que la actividad que es pensar se da en un lugar determinado, que por ahora se nombra yo, y que no sabemos qué es. Ese yo es el misterioso algo indeterminado que ha dicho Descartes que él es. Pero dijimos que ese algo sólo puede ser sustituido por pensamiento, soy pensamiento.

Sin embargo, sabemos que no es pensamiento indeterminado, sino que al decir soy se indica un movimiento reflejo, un lugar en el que se está dando el pensamiento y que, sin embargo, no es por ahora más que. pensamiento. Es decir, que yo soy pensamiento es la expresión de un movimiento reflejo del pensamiento mismo, dándose cuenta de su propia actividad.

Él es, pues, aquí, agente y acto. No tenemos, entonces, un sujeto finito, sino el movimiento reflejo del pensamiento mismo. Pero, ¿cómo esta actividad puede regresar a sí misma y decir soy? Esto es, ¿cómo se determina el para sí del pensamiento? Descartes se ha deshecho de toda certeza, no puede considerarse como un sujeto finito: un cúmulo de determinaciones.

¿Cómo dar el paso? El intento de determinar este pensamiento reflejo como real, concreto, lo lleva a cabo Descartes en dos momentos: 1), En un primer momento se pregunta “¿quién soy?”; 22), En un segundo momento intenta recuperar el contenido del pensamiento recuperando el mundo exterior.

  • Que Descartes tenga que llevar a cabo estos dos movimientos pone de manifiesto para nosotros que el pensamiento no puede darse a sí mismo sus contenidos o determinaciones más allá de la certeza de estar en actividad.
  • Para recorrer esta seña, veamos entonces detenidamente los dos intentos mencionados.

Intento de constituir al sujeto como sustancia. El difícil paso de lo infinito a lo finito “¿Quién soy?” Lo primero a descartar en esta búsqueda de determinaciones del pensamiento es la idea de “hombre”, pues no es ésta una idea clara y distinta, evidente por sí misma, sino que remite a una multiplicidad de supuestos y definiciones.

  • Lo segundo, la creencia en la materialidad del ser del yo, la corporalidad.
  • El cuerpo y sus pasiones no son tampoco ideas claras y distintas, esto es, no resisten a la duda del genio maligno.
  • El cuerpo bien podría ser una ficción impuesta y las sensaciones que de él proceden o que se dan en él no pueden afirmar con verdad su existencia, pues bien podrían reducirse a pensamientos.

En todo caso, lo que no puede negarse es que el yo piensa que siente. Sin embargo, aunque Descartes no lo diga —y justo por ello nos corresponde señalarlo— aquí se hace manifiesto que el yo está siempre remitido a una exterioridad. Esto es, que si bien no es inmediatamente cierto que tiene sensación, lo cierto es que sean éstas reales o ficticias, no se las puede dar a sí misma.

Puede pensar que siente y que, por tanto, sus sensaciones no sean reales, pero, ¿de dónde viene este pensamiento de que siente? Seguimos, pues, enfrentados con el mismo problema: ¿cómo se determina el pensamiento más allá de su acto reflejo? Por ahora se sigue sosteniendo la posibilidad de un genio maligno del cual podrían provenir estas determinaciones.

Pero, si nos quedamos ahí la única conclusión posible es que el yo es una actividad refleja que recibe puros contenidos ficticios: esto es la absoluta banalidad del mundo y de uno mismo. Lo tercero a considerar como posible determinación del pensamiento es que el yo sea enunciado como alma.

Descartes pasa a considerar los atributos de ésta y descarta todas las pasiones que se dan en ella, en tanto que hacen referencia a un alma encarnada, y se queda con esta única facultad: pensar. Así, afirma: “Y aquí encuentro que el pensamiento es lo único que no puede separarse de mí. Yo soy, existo, esto es cierto; pero, ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que dure mi pensar; pues acaso podría suceder que, si cesase por completo de pensar, cesara al propio tiempo por completo de existir” (Descartes, 1997: 136).

Pero, entonces, nosotros nos vemos obligados a preguntar: ¿es que acaso nos hemos movido de la propia certeza? Descartes rescata un prejuicio: tengo o soy un alma. Lo pone a prueba investigando si alguno de los atributos que en el prejuicio le atribuía resiste a la duda, y encuentra que el atributo del pensamiento sobrevive.

  1. Sin embargo, lo que sobrevive es la certeza del pensamiento, esa certeza que ya teníamos: no hemos avanzado.
  2. No puede sobrevivir el prejuicio de que el alma es un atributo de algo, porque ese algo es justamente lo que se está buscando determinar mediante el alma.
  3. Descartes no ha logrado, pues, moverse realmente de la certeza refleja y dar el paso hacia la determinación del pensamiento.

Por lo tanto, ese paso que da al afirmar: “soy, pues una cosa verdadera, verdaderamente existente. Mas ¿qué cosa? Ya lo he dicho; una cosa que piensa”, es inválido. Nada se ha determinado aquí. La cosa sigue siendo igual a aquél algo indeterminado sólo substituible por pensamiento.

  1. Por lo cual, sería más razonable afirmar, en vez de una cosa, un acto; que consiste en dudar, entender, concebir, afirmar, negar, querer, no querer y, también, imaginar y sentir.
  2. No obstante, todas estas facultades, toda actividad, necesita determinarse, esto es, relacionarse con algo otro, tener contenido.

Todavía la certeza de esta pluralidad de actividades del pensamiento sigue estando expuesta a la banalidad. Es decir, a que sea un mero pensar que se quiere, que se imagina, que se siente, sin ninguna correspondencia concreta o verdad. No se encuentra, entonces, en el supuesto sujeto finito poseedor de un cuerpo y de un alma ninguna otra verdad que la certeza de estar pensando.

  • Hay que ensayar, pues, la salida al exterior.
  • La posibilidad de que lo objetivo no sea vacuo.
  • Hay que intentar probar la verdad, esto es, la realidad concreta, de un objeto particular.
  • Descartes busca determinar el pensamiento introduciendo la sustancia que piensa, pero ya vimos que hay ahí un salto injustificado.

La determinación del pensamiento no se da al plantear “algo que piensa”, sino que tiene que plantearse un algo que es pensado, un momento que salga de la reflexión, aunque después siempre regrese a ella. Para determinar el pensamiento Descartes podía saltarse la pregunta ¿qué soy?, y pasar a la pregunta por la verificabilidad de los contenidos de su conciencia, pues es en estos contenidos que el pensamiento es pensamiento determinado, pensamiento de algo.

  • Es en los contenidos de la conciencia donde se da el paso de lo infinito a lo finito.
  • Esto es, de la actividad refleja a la actividad determinada y determinante.
  • Es en esta pregunta en la cual aparece la necesidad de la salida al exterior, pues el puro pensamiento que se piensa a sí mismo y que es indeterminado no podría darse él mismo los contenidos, que son ya determinaciones.

La actividad del pensamiento tiene, pues, que poder ejercerse no sólo sobre sí misma, sino también en dirección exterior. Entonces, tenemos que recuperar la sensibilidad, el cuerpo, en fin, pasar al sujeto finito, y entonces sí poder decir que hay alguien en donde se da la actividad del pensamiento.

Sin embargo, llegar al sujeto finito, al alguien que piensa, no es tampoco llegar a la sustancia, pues la sustancia no puede ser lo finito, lo que no se sostiene en sí. El mundo exterior Descartes intenta poner a prueba, ya no su realidad interior, sino el contenido de su conciencia, remitido siempre a una exterioridad.

Toma como objeto experimental un pedazo de cera que cree percibir. Veamos lo que sucede. El pedazo de cera que cree tener frente a sí posee o cree observar en él todas las propiedades de eso que suele llamarse un cuerpo. Sin embargo, no puede aprehenderlo como algo fijo, pues, mientras cree observarlo, las propiedades de eso que cree percibir cambian.

  1. No puede decir, entonces, con certeza qué es ese objeto que cree estar percibiendo.
  2. Lo que sus sentidos creen captar no es, por lo tanto, algo cierto e indubitable.
  3. Sin embargo —pasa a preguntarse Descartes—, ¿mi relación con esa imagen se limita tan sólo a lo que mis sentidos creen captar? No, aun cuando la cera cambie sus propiedades, sigo creyendo captar algo que permanece en el cambio.

No son, ciertamente, las propiedades sensibles de ésta, sino ciertas determinaciones que no dependen de que yo tenga sensibilidad, sino de que piense, en general, un objeto. Esto es, en el cambio de mi supuesta percepción permanece lo que el pensamiento capta por sí mismo: la extensión y el cambio de figura.

  • Dice Descartes: Pero ¿qué es ese pedazo de cera que sólo el entendimiento o el espíritu puede comprender? Es ciertamente el mismo que veo, toco, imagino; es el mismo que siempre he creído que era al principio.
  • Y lo que aquí hay que notar bien es que su percepción no es una visión, ni un tacto, ni una imaginación y no lo ha sido nunca, aunque antes lo pareciera, sino sólo una inspección del espíritu, la cual puede ser imperfecta y confusa, como lo era antes, o clara y distinta, como lo es ahora (Descartes, 1997: 140).

Con esto, se nos muestra que no importa si el mundo objetivo es ficticio, banal; el pensamiento puede darse a sí mismo al menos una determinación cierta, que no depende de la veracidad de los objetos en que pone su atención, sino de que él mismo actúe.

Sin embargo, vemos también que esto no significa que el pensamiento reflejo por sí mismo pueda darse determinaciones, sino que necesita salir de sí para aplicar su atención, aunque sea, como mínimo, a una imagen ficticia. Descartes se dice a sí mismo: “y así comprendo, por sólo el poder de juzgar, que reside en mi espíritu lo que creía ver con mis ojos” (Descartes, 1997: 141).

O sea, que no importa la banalidad del mundo, su posible ficcionalidad: el pensamiento siempre puede ejercer su actividad y configurar una certeza. Pero nunca es por sí mismo, sino que necesita eso que le hace resistencia. Sólo que aquí la resistencia puede ser una ficción, si bien no producida por la imaginación, sino por una potencia exterior (llámese genio maligno).

  1. Lo que depende del pensamiento no es, por lo tanto, el contenido, la determinación, sino la certeza.
  2. El pensamiento tiene la potencia, la única potencia propia de decirse a sí mismo: esto es cierto.
  3. Pero, habría ahora que preguntar: ¿basta con estas dos certezas? Esto es: 1 ) la certeza del ser del pensamiento en actividad, y; 2) la certeza de que la verdad “reside en mi espíritu” enfrentado con una exterioridad (real o ficticia).

Con ellas la angustia inicial, la posible banalidad total del mundo y del sí mismo se ha aligerado, sí, pero tan sólo un poco. Sólo la mitad del miedo ha sido apaciguado. El mundo exterior sigue en peligro, sigue pudiendo ser una ficción totalmente exterior al yo.

  1. Y no sólo el mundo exterior, sino también el yo mismo en tanto que sujeto finito y determinado.
  2. Es decir, entonces, que Descartes no llega a encontrar la posibilidad real de la determinación del pensamiento, ni como lugar ni como contenido.
  3. La idea de Dios.
  4. Dos posibilidades de lo infinito Para salir de la posible banalidad total del mundo, para recuperar la verdad de los contenidos del pensamiento, Descartes intenta deshacerse finalmente de la posibilidad del genio maligno (el reino de la ficción absoluta).

Se pregunta entonces por el origen de sus ideas y las clasifica en tres tipos: las ideas innatas, las provenientes de otra cosa que de sí mismo y las inventadas por el propio pensamiento. Pero la clasificación, según el propio autor, es arbitraria, pues no podría decidirse qué idea es de qué grupo, y si efectivamente hay tales grupos, hasta no saber de dónde provienen realmente las ideas.

  • Esto es, que hace falta una pregunta previa.
  • No basta con clasificar, sino que hay que saber el origen para ganar certezas.
  • En todo caso, las ideas por las que realmente interesa preguntar es por aquéllas que presuntamente provendrían del exterior.
  • Se suele dar crédito al carácter ajeno de esas ideas como una actitud natural.

Pero no es ésta una razón suficiente para aceptarlas, puesto que en el método que se ha propuesto se trata justamente de suspender dicha actitud. La verdadera fuerza con la que esas ideas se imponen como exteriores recae en la experiencia de que efectivamente no provienen ni dependen de la voluntad del propio pensamiento.

Sin embargo, esta aparente resistencia de algo exterior al pensamiento y a la voluntad tampoco puede ser puesta como una idea clara y distinta, pues cabe la posibilidad de que el pensamiento posea una facultad desconocida (una especie de genio maligno interior) que las produzca y que perpetúe así la indeseable posibilidad de lo absolutamente banal.

Por lo que, finalmente, queda descartada nuevamente la posibilidad de remitir las ideas a una exterioridad sensible. Sin embargo, Descartes se da cuenta de que hay otras ideas que no parecen provenir de la sensibilidad y que, por lo tanto, no dependen de la realidad del mundo exterior.

  1. Es aquí donde se presenta la idea de Dios, esto es, la actualidad de la perfección absoluta.
  2. Descartes cree deducir la existencia de Dios a partir de la imposibilidad de que él, sujeto finito, pueda darse a sí mismo la idea de la suma perfección.
  3. No obstante, hay aquí una trampa: ¿De dónde sacó Descartes la afirmación de que él es un sujeto finito, si es justo el sujeto lo que aún no se ha logrado determinar? No se tiene, hasta este momento de las meditaciones, la certeza del sí mismo en tanto que sujeto finito, sino sólo en tanto que pensamiento.

En el intento por determinar ese pensamiento Descartes ha sentido la necesidad de recobrar el mundo exterior para, a su vez, recobrarse a sí mismo como subjetividad finita en la que se da el pensamiento. Pero aún no ha llegado a eso, está en el intento, y, sin embargo, subrepticiamente introduce a ese sujeto finito que está buscando como si ya lo tuviese por cierto.

  • Dice Descartes: Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas.
  • Ahora bien: tan grandes y eminentes son estas ventajas, que cuanto más atentamente las considero, menos me convenzo de que la idea que de ellas tengo pueda tomar su origen en mí.

Y, por consiguiente, es necesario concluir de lo anteriormente dicho que Dios existe; pues si bien hay en mí la idea de la sustancia, siendo yo una, no podría haber en mí la idea de una sustancia infinita, siendo yo un ser finito, de no haber sido puesta en mí por una sustancia que sea verdaderamente infinita (Descartes, 1997: 155).

Por otro lado, si la certeza que hasta aquí se tiene es la del pensamiento en actividad, no resulta evidente por qué esta propia actividad no puede ella misma producir la idea de la perfección máxima, así como poco antes se ha puesto la posibilidad de que el pensamiento, mediante una facultad desconocida, produjera las ideas del mundo exterior.

Más aún, resulta plausible que el pensamiento se dé a sí mismo esta idea, si consideramos que, contrario a la creencia de Descartes, no nos encontramos frente a una idea clara y distinta, sino que la idea de Dios, parece más bien una mera ficción, una posibilidad.

Descartes intenta probarla a partir de la finitud del propio pensamiento, aludiendo al hecho de que el pensamiento duda y desea, y, por lo tanto, es carente, imperfecto. Sin embargo, no se ve claramente por qué la conciencia de la propia imperfección remitiría necesariamente a una sustancia perfecta y confirmaría el prejuicio.

Descartes sale del límite de la certeza y atribuye valores a la actividad. Hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita y, por tanto, tengo en mí mismo la noción de lo infinito antes que la de lo finito, es decir, antes la de Dios que la de mí mismo; pues ¿sería posible que yo conociera que dudo, es decir, que algo me falta y que no soy totalmente perfecto, si no tuviera la idea de un ser más perfecto que yo, con el cual me comparo y de cuya comparación resultan los defectos de mi naturaleza? (Descartes, 1997: 155-156).

Insistimos, ¿por qué el conocimiento de la propia finitud tendría que remitir a lo no finito? Esto es, ¿por qué lo finito reclamaría inmediatamente un complemento total? A esto suma Descartes otro intento de prueba cuando dice: “esta idea de un ser sumamente perfecto e infinito es muy verdadera; pues aunque acaso pudiera fingirse que ese ser no existe, no puede, sin embargo, fingirse que su idea no me representa nada real” (Descartes, 1997: 156).

No obstante, aquí no hay ningún argumento. Más bien parece que la idea de Dios no representa nada real, ya que no podemos tener una imagen clara y distinta de lo que se nombra con ella. Pues, ¿qué era una idea clara y distinta? Era aquélla que al presentarse con tanta fuerza al espíritu resistía hasta la duda más destructiva.

¿Sucede esto con la idea de Dios? ¿Acaso no hay una mínima posibilidad de dudar de este prejuicio? Evidentemente sí, pues ¿qué es la perfección? Si nos preguntamos esto, podemos darnos cuenta de que esa idea no nos representa nada real. No obstante, Descartes afirma lo contrario: Es también muy clara y distinta, puesto que todo lo que mi espíritu concibe clara y distintamente y todo lo que contiene en sí alguna perfección, está contenido y encerrado en esa idea.

Y esto no deja de ser verdad, aunque yo no comprenda el infinito y haya en Dios una infinidad de cosas que no puedo entender, ni siquiera alcanzar con el pensamiento; pues a la naturaleza de lo infinito pertenece el que yo, ser finito y limitado, no pueda comprenderla (Descartes, 1997: 156).

En este pasaje puede verse con claridad el paso traicionero: no se trata de una idea clara y distinta, sino de un prejuicio demasiado caro. La idea de Dios es, en realidad, lo no susceptible de comprensión, pues es inabarcable, no se puede presentar claramente al pensamiento. Y la idea de perfección absoluta es palabra vacía si no la remitimos a toda una cadena infinita de adjetivos.

Descartes se deshace, además, muy fácilmente, de un argumento que parecería oponerse con fuerza a este prejuicio, afirmando: “Y no debo imaginar que no concibo el infinito por medio de una verdadera idea y sí sólo por negación de lo finito, como la quietud y la oscuridad las comprendo porque niego el movimiento y la luz; no, pues veo manifiestamente, por el contrario, que hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita” (Descartes, 1997: 155).

Pasa entonces a considerar si es que acaso él mismo podría existir si no existiera Dios. Y presenta lo siguiente como su segundo argumento a favor de la existencia del último: Y pregunto: ¿de quién tendría yo mi existencia? ¿De mí mismo acaso, o de mis padres, o bien de algunas otras causas menos perfectas que Dios, pues nada puede imaginarse más perfecto, ni siquiera igual a Él? Ahora bien: si yo fuese independiente de cualquier otro ser, si yo mismo fuese el autor de mi ser, no dudaría de cosa alguna, no sentiría deseos, no carecería de perfección alguna, pues me habría dado a mí mismo todas aquellas de que tengo alguna idea; yo sería Dios (Descartes, 1997: 158).

Se presenta aquí el gran problema del pensamiento. Cuando éste se pregunta por su origen, se encuentra con la idea de una potencia exterior absoluta de la cual él sería un efecto, sin embargo, no puede probar realmente la objetividad de esa causa. Descartes afirma que si esta causa no fuera exterior y objetiva, sino intrínseca o inmanente, entonces el pensamiento mismo (expresado en el concepto yo) sería Dios.

Se da cuenta, pues, de que la condición del pensamiento es extraña: si bien, por un lado, es consciente de que duda y carece, por el otro, la certeza pone el pensamiento como la actividad infinita. Lo que Descartes atisba pero niega es que es ella misma, la propia actividad, la que pone la noción de lo infinito.

No necesita salir de sí, remitirse a una exterioridad para tener esta idea, pues en realidad no es una idea que salga de los límites de la certeza, sino que es justo la idea, el concepto que se pone a sí mismo. En todo caso, esto nos llevaría a arriesgar una sentencia fuerte, correspondiente al desarrollo ulterior del idealismo: el Yo (el concepto que se da a sí mismo el pensamiento autoconciente) es lo infinito.

Es posible que lo que le impida a Descartes concebir dicha posibilidad, que el pensamiento se fundamente a sí mismo, o más bien que sea lo infundamentado, sea la resistencia que opone la conciencia de la finitud. Sin embargo, habría que detenerse a considerar este choque. ¿Cómo se presenta la finitud ante la certeza del pensamiento? ¿Es un prejuicio conservado o pertenece al propio ámbito de la certeza? La finitud se le ha presentado con el rostro de la duda.

El pensamiento, en su acto reflejo, que es actividad infinita, se sabe finito. ¿No es esto una paradoja? Sí, pero ¿no se debe ésta a que Descartes se encuentra un tanto enredado, a mitad de camino entre el sujeto finito y el sujeto infinito? Es decir, plantear el pensamiento como finito porque muestra su carencia en tanto que duda, ¿no es el prejuicio de la criatura remitida ya, desde el principio, a un creador? Pues la duda no tendría que remitir inmediatamente a una valoración negativa, a una falta, si no se tuviese ya el prejuicio de una perfección distinta.

Sin este prejuicio, ¿con base en qué se establecería la relación comparativa para afirmar la imperfección? Al final del día la respuesta a la pregunta ¿por qué pienso? carece de fundamento. Todo intento por contestarla se encuentra ante el abismo y enfrenta dos opciones: bien realizar el salto hacia la sustancia indemostrable; o bien quedarse en el límite del abismo, en el límite del pensamiento, esto es, sin fundamento.

El pensamiento nunca puede ir detrás de sí y, en este sentido, siempre llega tarde para sí mismo. Pero la finitud se presenta también desde otro lado e insiste en remitirnos a un origen creador. Dice Descartes respecto del poder de conservación: “Pues no siendo yo nada más que una cosa que piensa (o al menos aquí no se trata precisamente más que de esta parte de mí mismo), si tal poder estuviera en mí, ciertamente que yo debería, al menos, pensarlo y conocerlo; pero en mí no lo siento, y por lo tanto, conozco evidentemente que depende de algún ser distinto a mí” (Descartes, 1997: 159).

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Sin embargo, el argumento supone que el pensamiento es consciente de la totalidad de sus potencias, posibilidad que Descartes mismo había minado ya anteriormente, al pensar que era posible que las ideas que no dependían de la voluntad del pensamiento provinieran de alguna otra facultad aún desconocida.

Ahora bien, retomemos la paradoja planteada. Ésta podría conducirnos hacia los dos caminos: el de la sustancia y el de la actividad. Si nos deshiciéramos verdaderamente del prejuicio de la sustancia creadora, se abriría la posibilidad de la segunda vía.

Para que esta apertura sea posible, tenemos que dilucidar dos sentidos distintos para la idea de infinito: 1) lo infinito, tal y como se presenta la actividad del pensamiento; 2) lo infinito, tal y como se entiende el concepto Dios. Al hacerlo quedará más claro el carácter de salto que tiene el planteamiento de la sustancia infinita.

El primer sentido del concepto hace referencia no a lo eterno, sino a lo que se abstrae de la determinación temporal, pone el énfasis, pues, en la actividad. Es una suspensión momentánea de la temporalidad, que se da sin embargo intratemporalmente. El segundo, en cambio, postula no una actividad, sino una sustancia que atraviesa todo el tiempo sin ser afectada por él.

  1. El énfasis está puesto en la permanencia inmutable.
  2. De manera que cuando afirmamos que la certeza reflexiva es conciencia del pensamiento como actividad infinita, no se plantea inmediatamente la identidad entre el yo y Dios.
  3. Tampoco se plantea que el pensamiento se dé a sí mismo la existencia.
  4. Sólo se da cuenta de su actividad por medio de una suspensión del tiempo, de una abstracción de toda determinación finita.

Lo que se pone de manifiesto es la patencia, no su trasfondo. Cuál sea su origen y su porqué permanece desconocido para nosotros. ¿De dónde sale, entonces, la idea de infinito en el segundo sentido? Esto es, ¿dónde tiene su origen la idea de Dios? Tenemos que preguntárnoslo, porque no podemos simplemente aceptar el prejuicio cartesiano.

  1. Es la propia meditación de Descartes la que nos pone ante este problema, que se abre realmente cuando no tenemos la creencia previa.
  2. Si tenemos la única certeza del pensamiento como actividad infinita, en el sentido recién explicitado, ¿de dónde viene la segunda acepción? No puede ser un mero reflejo de la propia actividad infinita, pues es infinita en un sentido distinto.

No se trata, por lo tanto, de una analogía. Tampoco se da por negatividad, pues no puede negarse lo finito que aún no se ha recuperado. ¿Es posible que se la dé a sí mismo el pensamiento sin que esto signifique que se da a sí mismo la existencia? Nosotros afirmamos que es el pensamiento mismo quien ejerciendo su actividad da un salto injustificado, mostrando una especie de vértigo ante sí mismo, y produce una idea refleja que se refracta.

  1. Esto es, que dando cuenta de su propia actividad se da la idea de lo infinito, pero inmediatamente choca con su propia finitud y la idea de lo infinito es refractada y lanzada hacia fuera de la actividad refleja.
  2. ¿Esto qué significaría? Decimos que la certeza reflexiva, la conciencia de la actividad infinita, al no poder fundamentarse lanza su propia certeza hacia fuera de sí.

Pero en este lanzamiento sustancializa la actividad y le da una permanencia. Resumamos lo que ha sucedido hasta aquí con la sustancia objetiva. Descartes necesitó probar el origen de las ideas para determinar el pensamiento más allá de la certeza de sí.

  • Como no pudo rescatar inmediatamente la realidad sensible, intentó probar la existencia de una sustancia exterior inmaterial que fuese causa de las ideas y garantizara así la verdad.
  • Sin embargo, en sus intentos por probar dicha sustancia, Descartes salta constantemente, impulsado por prejuicios que no logra destruir del todo.

Nosotros intentamos vislumbrar el camino no recorrido a partir de la certeza de sí. Afirmamos que la idea de Dios tiene su origen en la propia actividad del pensamiento y que, además, dicha idea debería comprenderse no como sustancia, sino según un sentido distinto de la idea de infinito, que no sale de los terrenos de la certeza reflexiva.

Sin embargo, queda todavía como tarea para el pensamiento su propia determinación. Nosotros observamos los caminos fracasados de Descartes. Afirmamos que la pregunta “¿quién soy?” requiere una determinación previa: la salida al exterior de la actividad refleja. Afirmamos, además, que la postulación de un fundamento sustancial que origine la propia actividad del pensamiento no sólo es indemostrable, sino innecesaria.

¿Cómo puede, entonces, determinarse el pensamiento? Esto es, ¿a qué otros caminos puede conducirnos la certeza cartesiana? Conclusión Descartes ha llegado a la certeza del yo como acto del pensamiento. Sin embargo, esta certeza sólo le da un yo indeterminado, el puro pensamiento que se piensa a sí mismo.

  1. Pero, no le basta con que el yo se sepa como pensamiento.
  2. Al no haber formulado la certeza de sí como “soy pensamiento”, sino como “soy algo (indeterminado) que piensa”, siente la necesidad de determinar este yo, y se pregunta entonces: ¿qué soy yo, que pienso? La respuesta a esta pregunta es la que da el salto a la sustancia: “soy una cosa que piensa”.

Parecería que es necesario postular la existencia de una “cosa” o un “algo” donde se da el pensamiento, un lugar en donde éste se actualice y determine. Sin embargo, es una duplicación innecesaria plantear, por un lado, la cosa que piensa y, por otro, el pensamiento.

Pues, ¿qué más puede ser esa “cosa” en donde se determina el pensamiento, sino pensamiento? Esa “cosa”, el yo que se sabe existente, es absolutamente indeterminado, no puede ser, en realidad cosa alguna, sino que sólo es como pensamiento y en tanto que pensamiento. El “yo” no es más que la actividad misma.

¿Qué es, si no pensamiento que piensa, es decir, pensamiento en actividad? El propio Descartes parece ser consciente de ello cuando dice que podría suceder que dejara de existir si dejara de pensar; lo que muestra que no hay yo sin pensamiento y que, en realidad, son una y la misma cosa.

  • El yo es el pensamiento en tanto que se piensa a sí mismo.
  • El concepto que se da para sí a partir de la actividad refleja.
  • En palabras de Descartes, el pensamiento es lo único que no puedo separar de mí mismo.
  • La certeza es, pues, certeza del pensamiento como actividad.
  • El sujeto que aquí se constituye como cierto de sí mismo no puede comprenderse como sustancia, es un acto que no puede diferenciarse del acto del pensamiento.

La certeza se da en un juicio reflexivo que indica la identidad entre el yo y el pensamiento. Para pasar de la certeza del pensamiento indeterminado a su determinación, de lo infinito a lo finito, y de ahí a la certeza del contenido, es necesario plantear la objetividad del mundo exterior y no la sustancialidad del yo ni la realidad de una sustancia absoluta exterior.

El pensamiento se actualiza o determina mediante su propia actividad en relación con un mundo exterior objetivo, que permite la reflexividad o el regreso a sí, esto es, el sujeto. En conclusión, Descartes no logra postular realmente ninguna sustancia, ni finita ni infinita. Pero lo importante aquí no es mostrar simplemente su error, sino ver que tampoco era necesario que las probara y por qué.

La importancia de la certeza cartesiana recae en el giro que efectúa sobre la subjetividad, que permitirá, entre otras cosas, el desarrollo del idealismo posterior. A nosotros nos interesa arrancar el concepto de sujeto de éste, su nacimiento. Para ello, hemos creído necesario sumergirnos en las meditaciones cartesianas, como método para allanar un camino de pensamiento.

  1. Una vez que hemos obtenido el concepto y lo hemos limpiado de la multiplicidad de prejuicios que lo acompañaron en el parto, es posible hacerlo resonar en una nueva reflexión infinita.
  2. Esto sólo puede suceder porque lo que se formula es un concepto vivo.
  3. Esto es, un concepto que nos permite seguir pensando, que desencadena posibilidades de comprensión.

Si ahora nosotros regresamos sobre las meditaciones e intentamos rescatar el concepto, desligándolo de prejuicios que hoy ya no son efectivos, es porque entendemos que la subjetividad tiene que seguir comprendiéndose y que ese momento constitutivo del sujeto como concepto “yo” debe seguir siendo pensando.

  1. Pues no se trata sólo de un momento originario de la actividad filosófica, sino de un momento decisivo en la vida espiritual de la conciencia.
  2. Nos ha parecido que a través de la historia del pensamiento, en distintas figuras, este momento se ha desplegado hacia distintos conceptos y matices: la libertad idealista y romántica, la negatividad de Hegel, el salto de Kierkegaard, el empuñar las posibilidades propias en Heidegger, etcétera.

El concepto ha estallado en multiplicidad de autocomprensiones. Por último, nos interesa subrayar la importancia del momento reflexivo debida al poder que tiene de abrirnos al carácter infundamentado del yo, en tanto que concepto que se da a sí mismo el pensamiento como actividad infundamentada, y que nos remite también a la necesidad de las determinaciones, esto es, a una subjetividad finita que está en un mundo.

La importancia del fracaso cartesiano en la constitución de un sujeto sustancial, no remitido a una exterioridad, consiste, justamente, en que muestra la necesidad de la relación del pensamiento con lo real, con lo que es, con lo que está ahí. y que esto no puede comprenderse como subjetivo. ¿No son estos conceptos, la falta de fundamento y la mundanidad, detonadores esenciales de nuestra comprensión actual? Hemos ido, pues, al nacimiento del concepto fundamental de la modernidad con la intención de proyectar puentes y líneas de pensamiento que nos traigan hasta nosotros mismos.

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Woolhouse, R.S. (1993), Descartes, Spinoza, Leibniz: The concept of substance in seventeenth century metaphysics, Londres: Routledge. Información sobre la autora: Cristina Pérez Díaz. Licenciada en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Actualmente cursa la Maestría en Filosofía en la misma institución y es parte de la planta de profesores del Colegio de Filosofía y del de Letras Hispánicas de dicha facultad. Sus líneas de investigación son la historia de la metafísica desde el horizonte de la sustancia y del sujeto, la ontología-estética, y la propuesta ontológica-ética crítica de la Escuela de Kyoto.

Publicaciones: “Para un arte del nuevo discurso”, Actas del XLVI Congreso de Filosofía Jóven, Tenerife, 2009.

¿Qué quiere decir Yo solo sé que no sé nada?

‘Solo sé que no sé nada’ o ‘solo sé que nada sé’ es una famosa frase atribuida al filósofo griego Sócrates (470-399 a. de C.), en la que expresa que es consciente de su propia ignorancia. La frase se asigna a Sócrates pero no se encuentra escrita de forma literal en ningún texto.

¿Qué significa que te digan te pienso?

Te pienso, es que la persona lo hace siempre, o a cada rato. usualmente lo usamos para expresar preocupaciones o algo relacionado con amor.

¿Qué es tener la certeza?

Lo primero que vamos a hacer es determinar que el término certeza procede del latín. Así al proceder a estudiar a fondo a aquel nos encontramos que su origen etimológico se encuentra en la suma de dos partes latinas claramente diferenciadas: el adjetivo certus, que puede traducirse como “preciso o seguro”; y el sufijo – eza, que es equivalente a “cualidad de cierto”.

  • La certeza es el conocimiento claro y seguro de algo,
  • Quien tiene una certeza está convencido de que sabe algo sin posibilidad de equivocarse, aunque la certeza no implica veracidad o exactitud.
  • Esto quiere decir que una persona puede afirmar que tiene una certeza y, sin embargo, la información que maneja es falsa o errónea.

Por ejemplo: “No puedo darte la certeza, pero creo que el mes que viene podremos comprar el coche nuevo”, “Carla me dio la certeza de que mañana traerá el dinero”, “Tengo la certeza de que no me estoy equivocando”, Que Significa Pienso, Luego Existo Las certezas suelen basarse en evidencias.

¿Qué tipo de proceso cognitivo es el pienso y luego existo?

¿Qué significa “pienso, luego existo”? – “Pienso luego existo” es una afirmación realizada por el filósofo francés René Descartes (1596-1650) como respuesta al escepticismo generado por la duda metódica. El ” cogito cartesiano”, como se conoce a esta frase (por su formulación en latín cogito ergo sum ) es el punto de partida de toda la filosofía cartesiana, es decir, la filosofía de Descartes.

  1. A su vez, representa también un quiebre en la filosofía occidental, que da inicio a la filosofía moderna europea.
  2. El cogito cartesiano, también llamado ego cogito, aparece en varias de las obras de Descartes.
  3. Entre ellas están Principios de la filosofía (1644), Discurso del método (1637) y Meditaciones Metafísicas (1641).

En todas las obras el ego cogito aparece como la primera certeza evidente que da respuesta a la duda metódica (o hiperbólica, es decir, exagerada), que es el método que Descartes ejerce para poder alcanzar la verdad. Ya sea a favor o en contra, toda la filosofía posterior a Descartes ha tenido que pararse sobre el ego cogito,

  • Incluso al momento de su formulación y publicación, el “pienso luego existo” fue sometido a crítica y prueba por sus contemporáneos.
  • Estas objeciones fueron recogidas por el mismo Descartes, quien las publicó al final de la primera reedición de Meditaciones Metafísicas junto a las posibles respuestas a cada una de estas objeciones.

Pienso, luego existo. Mientras que se puede existir sin pensar, no se puede pensar sin existir, Por eso es que decimos que la existencia es el fundamento ontológico (de ser) del pensamiento. Por otro lado, el pensamiento es el fundamento gnoseológico (de conocer) de la existencia, ya que la revela: solo en el momento en que estoy pensando se me revela que existo y, entonces, puedo afirmar que pienso.

Ver además:

¿Cómo llega Descartes a demostrar la existencia de Dios?

La primera prueba cartesiana de la existencia de Dios tiene como condición la certeza de la finitud del ego. Esta certeza se obtiene, a su vez, mediante actos por los cuales el ego conoce su propia finitud al compararse con una idea implícita de l’infini (Dios). Estos actos son la duda y el deseo.

¿Cuál es la frase más famosa de Aristóteles?

‘En las adversidades sale a la luz la virtud’ Aristóteles, con esta frase, reflejó que es en los momentos difíciles cuando sale a relucir nuestro verdadero yo.

¿Quién es el padre de la filosofía?

Sócrates, el padre de la filosofía occidental, está entre nosotros.

¿Cuál es la frase más famosa de Descartes?

Ante lo tremendista de estos principios, el pensador dio con su idea irrefutable, su célebre ‘ pienso, luego existo ‘, cogito ergo sum en latín: el propio hecho de pensar demostraría nuestra existencia.

¿Qué hace la fe?

El apóstol Pablo enseñó que “la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” ( Hebreos 11:1 ). Alma dijo algo similar: “Si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas” ( Alma 32:21 ). La fe es un principio de acción y de poder.

¿Cuál es la diferencia entre la verdad y la certeza?

La certeza es una convicción del sujeto, mientras que la verdad es un conocimiento objetivo y compartible, intersubjetivo.

¿Qué aporto Descartes a la filosofía?

Ren Descartes: Cuarto Centenario de su Natalicio Dr. Joaqun Ocampo Martnez Departamento de Historia y Filosofa de la Medicina, FM En 1996 se cumplieron cuatro siglos del nacimiento del filsofo francs Ren Descartes (1596-1650). En el ´ambito intelectual y cient´ifico se realizaron actividades conmemorativas sobre este acontecimiento de gran significado para la humanidad. Pero en donde estriba su mayor trascendencia es en su metafsica y en las propuestas para el conocimiento del mundo, escritas en obras ya clsicas como: Principios de la Filosofa, Reglas para la direccin del espritu, Meditaciones metafsicas y Discurso del mtodo.

En ellas establece la existencia de ideas innatas y de la intuicin como bases para el conocimiento, enfatizando la supre- maca de la razn sobre los sentidos y su importancia como medio para llegar a la verdad. En su perspectiva metodolgica, destaca el planteamiento de que la duda es el punto de partida para que el hombre despliegue su inquietud por la investigacin (duda metdica, no escptica), seguida del anlisis, la sistematizacin y la comprobacin, todo ello desprovisto de ideas rgidas y dogmticas.

Descartes incursion en prcticamente todos los campos del saber de su tiempo. Cre la geometra analtica, hizo aportaciones fundamentales en la mecnica, la ptica, la geologa y adems de sus contribuciones a la antropologa y a la medicina, es considerado el fundador de la psicologa.

Elemento central en su obra, es el inters por el hombre como ente pensante, si bien imperfecto. Es clebre su disertacin donde concluye que una evidencia irrefutable, es que “para pensar es preciso existir”, “cogito ergo sum” (conozco, luego soy). El Tratado del Hombre y Las Pasiones del Alma, son tambin una muestra de ese inters.

En estas obras, desarrolla su original concepcin del cuerpo humano co- mo una mquina cuyo funcionamiento se explica con base en leyes fsicas y es el antecedente ms importante de la actual Kinesiologa; cree en la existencia del alma a la que ubica en la epfisis y en que el alma y el cuerpo son esencialmente distintos (dicotoma mente-cuerpo) pero ntimamente relacionados.

Segn Descartes, en el alma hay una lucha permanente entre las acciones y las pasiones, pero son la experiencia y el razonamiento quienes deben guiar la conducta humana. Todas estas ideas influyeron de manera sustancial en la ciencia, la filosofa y la medicina del siglo XVII y an despus. La gran importancia que da a la conservacin de la salud “porque hasta el espritu depende de tal modo de la disposicin de los rganos del cuerpo, que si es posible encontrar algn medio de que los hombres sean buenos e inteligentes, creo que ese medio hay que buscarlo en la medicina”; el requerimiento de sus conocimientos en esta ciencia, por parte de sus amistades para aliviar sus dolencias y sus planteamientos sobre el funcionamiento del aparato cardiovascular, el sistema nervioso y la digestin, son ejemplos de su inters particular por la medicina.

Descartes es de los primeros en sealar, que el hombre debe conocer y transformar la naturaleza en beneficio de la humanidad. Aunque nunca imagin que a 400 aos de su nacimiento, esa transformacin llegara a excesos que ahora cuestionamos y que an hay seres humanos que carecen de algunos de los logros de la ciencia, por diversas causas, es incuestionable que la obra del filsofo francs nacido en La Haye, Touraine, el 31 de marzo de 1596, seala un hito en el desarrollo del pensamiento cientfico y filosfico, razn dems para conmemorar su natalicio.

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¿Cuál es la teoria de Descartes?

Renato Descartes Célebre filósofo y sabio francés. En la solución del problema filosófico fundamental –el problema de la relación entre el pensar y el ser–, Descartes era un dualista. Afirmaba que existen dos sustancias: la del cuerpo que posee el atributo de la extensión, y la del alma que posee el atributo del pensamiento.

  • Ver: Dualismo ).
  • Con ello reconocía dos principios completamente independientes uno de otro: el material y el espiritual.
  • El cuerpo y el alma, según Descartes, “son determinados para la existencia” por una tercera sustancia: Dios.
  • En su física desarrolló ideas materialistas.
  • La Naturaleza, enseñaba, representa un conjunto continuo de partículas materiales; el rasgo distintivo de la materia es la extensión.

El movimiento del mundo material es eterno y se realiza de acuerdo con las leyes de la mecánica, o sea, se reduce a un simple desplazamiento de las pequeñas partículas, los átomos. Descartes enunció la ley de la conservación de la materia. Marx hizo notar que, “en su física, Descartes atribuye a la materia una fuerza creadora propia, y considera el movimiento mecánico como la manifestación vital de la materia En los límites de su física, la materia representa la sustancia única, la única razón del ser y del conocimiento”.

Manifestándose contra la filosofía medioeval y refutando la autoridad de la iglesia, teniendo una profunda fe en la fuerza de la razón humana, Descartes consideraba necesario crear un método nuevo, científico, de conocimiento del mundo, situar en lugar de la fe ciega, la ciencia, la razón. Descartes recurre a la “duda” como a un método de razonamiento mediante el cual se puede evitar toda clase de conceptos preconcebidos y rutinarios, y llegar a establecer verdades auténticas.

Declara que duda tanto de la certeza de nuestras representaciones como de la existencia del propio mundo. Pero al dudar de todo, debe reconocer con ello una cosa: que él duda, o sea, que él está pensando. Y Descartes llega a su conocida conclusión: “Pienso, luego existo”.

  • En la teoría del conocimiento, Descartes es el progenitor del racionalismo (ver).
  • Estimaba que los sentidos nos suministran solamente una representación confusa de las cosas y con ello nos inducen al error; la verdad, en cambio, se alcanza directamente por la razón, por la intuición que le es inherente, y la certeza de la verdad se comprueba, no por la práctica y la experiencia, sino por la nitidez e inteligibilidad de nuestros conceptos.

Por eso, a su juicio, el criterio de la verdad no se halla al margen de la razón, sino en ella misma. A la vez que la teoría sobre la fuerza de la razón, Descartes reconocía también la existencia de ideas innatas. Así, por ejemplo, consideraba que las ideas de Dios, de la sustancia espiritual y de la corporal, son ideas innatas en el hombre.

Descartes fue un notable sabio de su tiempo, físico y matemático. Engels señaló que “un punto crucial en las matemáticas fue la magnitud variable cartesiana. Gracias a ella, entraron en las matemáticas la dinámica y la dialéctica “. Descartes es el creador de la geometría analítica. Puso los cimientos de la moderna física materialista y del racionalismo filosófico, ejerciendo una gran influencia sobre el desarrollo ulterior de la ciencia y de la filosofía.

Las obras más importantes de Descartes son: Discurso del Método, 1637; Reflexiones metafísicas, 1629-1640; Principios de la Filosofía, 1644; Reglas para la dirección del espíritu, 1701. · 1946:73-74 Que Significa Pienso, Luego Existo Célebre filósofo y sabio francés. Descartes resuelve como dualista la cuestión fundamental de la filosofía, la de la relación entre el pensamiento y el ser. Admite dos substancias: la del cuerpo cuyo atributo es la extensión, y la del alma cuyo atributo es el pensamiento.

  1. De donde, dos principios independientes: el uno material, y el otro espiritual.
  2. La existencia del cuerpo y del alma está determinada por una tercera substancia: Dios.
  3. En su física, Descartes sostiene las tesis materialistas.
  4. La naturaleza es, según él, un conjunto continuo de partículas materiales, la esencia de la materia es la extensión, y el movimiento del mundo material es eterno y se efectúa de acuerdo con las leyes de la mecánica: se reduce a la simple traslación de las partículas, de los átomos en el espacio.

Marx hizo notar que “en su física, Descartes atribuye a la materia una fuerza creadora propia, y considera el movimiento mecánico como su manifestación vital. En los límites de su física, la materia representa la substancia única, la única razón del ser y del conocimiento”.

  1. /Engels, Obras, Ed. alem.).
  2. Descartes repudiaba la filosofía de la Edad Media y negaba la autoridad de la Iglesia.
  3. Profundamente convencido de la potencia de la razón humana, quería crear un método nuevo, científico del conocimiento del mundo, y substituir la fe ciega por la razón y la ciencia.
  4. Recurre a la “duda” como método de razonamiento, con la ayuda del cual puede librarse de toda idea preconcebida o noción habitual, y establecer verdades irrefutables.

Declara que duda de la exactitud de nuestras representaciones del mundo así como de la existencia del propio mundo. Pero al dudar de todo, debe reconocer, sin embargo, que duda, es decir, que piensa. Y Descartes llega a la famosa conclusión idealista: “Pienso, luego existo”.

  • Partiendo así del hecho de la existencia de su propio “yo”, llega a la conclusión de que el mundo exterior existe igualmente.
  • Esta tesis cartesiana será utilizada más tarde por el idealismo subjetivo.
  • En la teoría del conocimiento, Descartes es el padre del racionalismo (ver).
  • Estimaba que los sentidos no nos dan más que una representación confusa de los objetos y pueden así inducirnos a error.

Es la misma razón la que concibe la verdad, por una intuición que le es propia, y la exactitud de una verdad se ve confirmada no por la práctica y la experiencia, sino por la claridad y la nitidez de nuestras ideas. El criterio de la verdad se halla, pues, en la razón misma.

Descartes fue el autor de la teoría idealista de las “ideas innatas”, tales como las ideas de Dios, de la substancia corporal y de la substancia espiritual. Su filosofía se esforzaba en conciliar la religión y la ciencia. No obstante, Descartes fue en su época un físico y matemático eminente. Engels señala que la ” magnitud variable de Descartes señaló un punto crucial en matemáticas.

Con ella el movimiento y la dialéctica entraron en las matemáticas” ( Dialéctica de la naturaleza, Ed. rusa). Descartes es el fundador de la geometría analítica. Sus concepciones materialistas de la naturaleza constituían un aporte al progreso de la ciencia y de la filosofía, pero el lado idealista de su doctrina contribuyó a la defensa de la religión.

Su doctrina sufrió la influencia de la ideología burguesa del siglo XVII que reflejaba, al lado de las tendencias progresivas de la burguesía francesa de la época, el temor a las masas populares, la adaptación a la monarquía feudal. Principales obras: Discurso del método (1637), Meditaciones metafísicas (1641), Principios de la filosofía (1644), Tratado de la luz (1664), Regulae ad directionem ingenii (1701).

· 1959:123-124 Latinizado como Cartesius. Filósofo, matemático, físico y fisiólogo francés. Estudió en el colegio de jesuitas de La Fléche. Después de servir en el ejército, se trasladó a los Países Bajos, país capitalista avanzado en aquella época, y allí pasó veinte años entregado a sus ocupaciones científicas y filosóficas.

Las persecuciones de los teólogos neerlandeses le obligaron a fijar su residencia en Suecia (1649), donde murió. La filosofía de Descartes se halla vinculada a su matemática, cosmogonía y física. En matemática Descartes es uno de los creadores de la geometría analítica. En mecánica, señaló el carácter relativo del movimiento y del reposo, formuló la ley general de la acción y de la reacción, así como la ley de la conservación total de la cantidad de movimiento cuando chocan dos cuerpos no elásticos.

En cosmogonía elaboró una idea, nueva para la ciencia, sobre el desarrollo natural del sistema solar; consideraba que la forma básica del movimiento de la materia cósmica –movimiento que condiciona la estructura del universo y el origen de los cuerpos celestes– es el movimiento en torbellino de sus partículas.

Esta hipótesis contribuyó al futuro éxito de la dialéctica de la naturaleza, pese a que el propio Descartes aún comprendía el desarrollo en un sentido mecánico. En sus investigaciones matemáticas y físicas, basó su doctrina sobre la materia o sobre la substancia corpórea. Identificaba la materia con la extensión o con el espacio: sólo la extensión no depende de lo subjetivo y se halla condicionada por las propiedades necesarias de la substancia corpórea.

No obstante, Descartes introduce el dualismo en la física materialista: la causa general del movimiento, según él, es Dios, que creó la materia a la par del movimiento y del reposo, de los que conserva en aquélla una misma cantidad. También es dualista la doctrina de Descartes acerca del hombre: en el hombre, afirma, el mecanismo corpóreo, sin alma y sin vida, se halla realmente concatenado al alma, volitiva y pensante.

Según Descartes, el alma y el cuerpo, heterogéneos, ejercen entre sí una acción recíproca a través de un determinado órgano: la denominada glándula pineal. En fisiología, Descartes estableció un esquema de reacciones motoras que constituye una de las primeras descripciones científicas del acto reflejo.

No obstante, la fisiología materialista cartesiana entraba en combinación contradictoria con la doctrina sobre la inmaterialidal del alma: a diferencia del cuerpo, cuya esencia veía Descartes en la extensión, la esencia del alma, según él, radica en el pensar.

En los animales, Descartes veía tan sólo autómatas complejos, carentes de alma y de la facultad de pensar. Como para Francis Bacon, para Descartes la finalidad última del saber estriba en el dominio de las fuerzas de la naturaleza por parte del hombre, en el descubrimiento e invención de recursos técnicos, en el conocimiento de las causas y de los efectos, en el perfeccionamiento de la naturaleza del hombre.

Para llegar a tal finalidad, Descartes creía necesario poner previamente en duda todo cuanto existe. Esta duda no suponía creer incognoscible lo existente, era tan sólo un recurso para hallar el principio absolutamente fidedigno del saber. Este principio, según Descartes, es el de que «pienso: luego existo».

De esta tesis, su autor intentaba inferir asimismo la existencia de Dios y, luego, la convicción de que el mundo exterior es real. En teoría del conocimiento, Descartes es el fundador del racionalismo, que se formó como resultado de entender de manera unilateral el carácter lógico del conocimiento matemático.

Dado que la naturaleza universal y necesaria de este conocimiento parecía a Descartes derivada de la naturaleza del intelecto mismo, en el proceso del conocer asignó un papel extraordinario a la deducción basada en axiomas plenamente fidedignos, alcanzables por vía intuitiva.

Las teorías de Descartes sobre el conocimiento directo y fidedigno de la conciencia de uno mismo, sobre las ideas innatas (en el número de tales ideas incluía la de Dios, las de substancia espiritual y substancia corpórea) influyeron sobre el idealismo subsiguiente y fueron objetos de crítica por parte de los representantes del materialismo.

Por el contrario, la teoría –materialista en lo fundamental– sobre la naturaleza, sobre el desarrollo de la misma, la fisiología materialista, el método mecanicista, hostil a la teología, hicieron que Descartes influyera sobre la formación de la concepción materialista del mundo propia de la Época Moderna.

  • Obras principales: Discurso del método (1637), Principios de la filosofía (1644).
  • · 1965:114-115 En transcripción latina, Cartesius: filósofo, matemático, físico y fisiólogo francés.
  • Después de pasar servicio en el ejército, se trasladó a Holanda, Estado capitalista desarrollado en aquellos tiempos, y pasó allí 20 años dedicándose en soledad a los estudios científicos y filosóficos.

Perseguido por los teólogos de Países Bajos, se fue en 1649 para Suecia, donde vivió hasta el fin de su vida. La filosofía de Descartes está enlazada con sus matemáticas, cosmogonía y física. En matemáticas, Descartes es uno de los autores de la geometría analítica.

  • En mecánica, Descartes hizo constar la relatividad del movimiento y el reposo y formuló la ley general de acción y reacción.
  • En cosmogonía desarrolló la idea –nueva para la ciencia– sobre el desarrollo natural del sistema solar; consideraba que el movimiento en forma de torbellino de las partículas de la materia cósmica era el modo principal de su movimiento, que determinaba la estructura del mundo y el origen de los cuerpos celestes.

Esta hipótesis contribuyó posteriormente a la comprensión dialéctica de la naturaleza, aunque Descartes mismo entendía el desarrollo de modo mecanicista. En la física materialista de Descartes irrumpe el dualismo: según Descartes, la causa general del movimiento es Dios, el cual creó la materia junto con el movimiento y el reposo y conserva en ella la misma cantidad de movimiento y de reposo.

  • Es dualista también la doctrina cartesiana del hombre: a su juicio, en éste se enlazan realmente el mecanismo corpóreo carente de alma y de vida con el alma pensante.
  • Según Descartes, el cuerpo y el alma heterogéneos se encuentran en interacción por medio de un órgano especial.
  • En fisiología, Descartes estableció el esquema de las reacciones motrices, que constituye una de las primeras descripciones científicas del acto reflector.

Pero la fisiología materialista de Descartes se conjuga de manera contradictoria con la doctrina de la inmaterialidad del alma: a diferencia del cuerpo, cuya esencia es la extensión, la esencia del alma, según Descartes, radica en el pensamiento. Descartes veía en los animales tan sólo complejos autómatas privados de alma y capacidad de pensar.

  • Como F. Bacon, Descartes consideraba que la tarea final del conocimiento es el dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, el descubrimiento e invención de los medios técnicos, el conocimiento de las causas y las acciones y el perfeccionamiento de la propia naturaleza humana.
  • Para realizar esta tarea, Descartes estima necesario poner previamente en tela de juicio toda la existencia presente.

Esta duda no es convicción en la incognoscibilidad de todo lo existente, sino, tan sólo, un procedimiento necesario para encontrar el principio incondicionalmente verídico del conocimiento. Descartes consideraba que tal principio es la proposición “Pienso: luego, existo”.

  1. Partiendo de esta tesis, Descartes intentaba deducir también la existencia de Dios, y después, la convicción en la realidad del mundo exterior.
  2. En la doctrina del conocimiento, Descartes es progenitor del racionalismo, que se formó a consecuencia de la comprensión unilateral del carácter lógico del conocimiento matemático.

Según Descartes, el carácter universal y necesario del conocimiento matemático se desprende de la naturaleza del intelecto mismo, por lo cual concede, en el proceso del conocimiento, un papel excepcional a la deducción, que se apoya en axiomas completamente verídicos concebidos de modo intuitivo.

Las doctrinas de Descartes acerca de la autenticidad directa de la autoconciencia y las ideas innatas (en las cuales incluía la idea de Dios, de la substancia espiritual y corporal) ejercieron influencia sobre el idealismo posterior y se convirtieron en objeto de crítica por parte de los representantes del materialismo.

Por el contrario, la doctrina de la naturaleza, materialista en su base, la teoría del desarrollo de la naturaleza, la fisiología materialista y el método mecanicista, hostil a la teología, determinaron la influencia de Descartes sobre la formación de la concepción materialista del mundo de los tiempos nuevos.

¿Cuál es la frase célebre de René Descartes?

Ese es su famoso argumento: ‘Yo pienso, por lo tanto soy’ -traducido frecuentemente como ‘Pienso luego existo’ -, que pasó a ser fundamental para el racionalismo occidental como ‘Cogito ergo sum’.

¿Quién dijo yo solo sé que no sé nada?

Que Significa Pienso, Luego Existo Solo sé que no sé nada es la archiconocida frase de Sócrates y el comienzo de cualquier aprendizaje. Y esto que parece tan fácil, no lo es en absoluto. Aprender significa humildad, reconocer que no somos tan buenos en algo y que tenemos espacio de mejora.

  1. Aprender es también una actitud y una forma de ver la vida.
  2. Muchas veces nos empeñamos en forzar las cosas conforme a nuestras expectativas, a lo que creemos que deberían ser.
  3. Sin embargo, la realidad se “empeña” en demostrarnos que sencillamente somos humanos e imperfectos.
  4. Y es ahí donde surge la posibilidad del aprendizaje.

Cuando estamos muy seguros de todo, no contemplamos lo que nos sucede con los ojos del aprendiz. Optamos por una actitud de “superioridad”, de pensar “ya lo decía yo” e insistimos en encajar la realidad a nuestras expectativas. Un ejemplo clásico es cuando catalogamos a alguien de un determinado modo.

  • Podrá dar igual lo que haga porque seguiremos viéndolo del mismo modo.
  • O si no, ¿cuántas veces quedamos con alguien y reforzamos un día tras otro que teníamos razón? Aprender significa descansar un poco de nuestra cabeza,, humildes y, sobre todo, dejarnos sorprender.
  • De algún modo es sustituir una actitud de ir por la vida como un tren con carriles bien marcados, a un barco que navega por surcos sin dibujar.

Y el primer paso consiste en reconocer que “solo sé que no sé nada”. La Programación Neurolingüística (PNL) ha recogido las fases del aprendizaje de un modo muy sencillo. Veámoslas a continuación: – Inconscientemente incompetente (No sé que no sé): El ser humano es especialmente habilidoso para autoengañarse, ¡puede que sea una de nuestras mayores capacidades!.

  • Y cualquier argumento es válido en una cabeza que no está dispuesta a reconocer una carencia.
  • Esta fase es la zona ciega de nuestro carácter o de lo que hacemos.
  • Tenemos una venda que nos impide ver más allá.
  • E incluso por mucho que nos digan algo los demás, llegamos a ser especialmente tercos en no querer verlo.

Sin duda, esta fase es la más difícil porque es un tema de actitud. Un ejemplo de dicha etapa es cuando aprendemos a conducir. Hemos podido ver a nuestros padres conducir y no pensamos que sea tan difícil. Con esta actitud nos sentamos la primera vez en un coche.

  1. Conscientemente incompetente (Sé que no sé): Para entrar en esta fase, necesitamos habernos dado cuenta de nuestros límites y tener la intención de explorar.
  2. ¿Cómo se logra ser consciente? En el mundo de la empresa se utilizan a veces las herramientas de diagnóstico.
  3. Se hacen evaluaciones de lo que uno piensa de sí mismo y de lo que el resto piensa de él y se comparan.

Ahí es donde surgen las sorpresas. Los errores y los fracasos son grandes maestros para adentrarnos en esta fase. Son momentos de vértigo, de caerse incluso las seguridades en uno mismo, pero son las puertas para explorar. Siguiendo con el coche, es cuando conducimos la primera vez.

Los otros coches parecen que están demasiado cerca y las calles resultan lugares complicados. – Conscientemente competente (Voy aprendiendo): Esta es la fase del entrenamiento o de la práctica. Es el momento de las clases, de los maestros, de los libros o de lo que hagamos para ir mejorando. Equivaldría a nuestro ejemplo cuando vamos conduciendo y vamos memorizando “piso embrague, cambio de marcha”; “pongo intermitente, giro volante” sabemos hacerlo pero vamos despacio.

No fluimos todavía con ello. También se ve con los idiomas, cuando tenemos que construir la frase mentalmente. En este punto, la habilidad más importante es la paciencia y la constancia para crear y el principal riesgo es el posible aburrimiento. – Inconscientemente competente ( Sé).

  1. Somos capaces de conducir y pensar en cuatro cosas a la vez, sin darnos cuenta del embrague o del intermitente; o hablamos el otro idioma sin tener que hacer paradas en busca de la palabra precisa.
  2. Esta es la fase en la que hemos interiorizado el aprendizaje.
  3. Hemos llegado a este punto después de mucha práctica y el riesgo se esconde en un posible exceso de confianza o dejar de contemplar lo que sabemos con ojos de aprendiz.

Y aquí es cuando los errores se convierten en maestros que nos llevan a comenzar el ciclo desde el principio.

¿Cuál fue la filosofía de Descartes?

La filosofía de Descartes se basa en la aceptación de ciertas verdades esenciales, no derivadas de la experiencia, y en la búsqueda de un sistema de pensamiento filosófico basado en estas verdades a priori y elaborado con ayuda del método de razonamiento que Descartes denominaba ‘duda metódica’.